Tal era el caso de Huenumán (cóndor del cielo), quien no se doblegaba a las pretensiones de su vecino y seguía luchando por su independencia y autonomía. Un antiguo rencor separaba a ambos jefes de sus súbditos. Pero la flor del amor brota también en lugares inhóspitos como los pehuenes entre las rocas. Así sucedió que Millaray (flor de oro), la joven hija de Painemilla, se enamoró locamente de Ñancumil (aguilucho de oro), hijo precisamente de su enemigo, el cacique Huenumán.
Se vieron muchas veces a escondidas por temor al odio entre sus padres. En cierta ocasión, toda la tribu de Painemilla estaba reunida celebrando un Nguillatún en una gran explanada. Durante la noche todos dormían menos la machi que velaba junto al rehue (altar), cuidando la sangre del animal sacrificado. De pronto, un graznido potente rompió el silencio nocturno: era el Pun Triuque (chimango de la noche) quien con su grito de alerta presagia desgracias. La machi se estremeció y escuchó atentamente cualquier ruido que pudiera delatar el suceso anunciado por el pájaro agorero. Miró atentamente a su alrededor escudriñando a través de las tinieblas.
Un ruido sospechoso hizo que enfocara hacia allá su mirada observando cómo sigilosamente escapaban entre las sombras dos jóvenes que alcanzó a reconocer: eran Millaray y el hijo del enemigo tomados de la mano. La machi quedó perpleja y decidió consultar con el pillán, o deidad de su devoción, cómo proceder en estas circunstancia. –“¿Debo o no avisar al padre de la niña?” –“Sí” - le contestó el pillán. Inmediatamente corrió al toldo del cacique y delató la fuga de su hija. Al salir se sobresaltó de nuevo. ¡Oh desgracia! Por segunda vez escuchó el alarmante grito del Pun Triuque. Painemilla muy enojado ordenó la persecución y captura de los muchachos.
Al poco rato fueron apresados y traídos ante la presencia del cacique. Inmediatamente fueron juzgados y condenados a muerte. De nada les sirvió explicarles que querían casarse respetando todos los rituales y costumbres de la tribu y que nada malo les hacían a los demás. El no participar del odio al enemigo era para ellos un gran delito. Inmediatamente se dispusieron a ejecutar la sentencia y por tercera vez se escuchó el afligido y doliente grito del Pun Triuque.
Ya nadie lo escuchó. Ambos jóvenes fueron atados a un poste y con lanzas y machetes, entre gritos e insultos les dieron la más cruel de las muertes. Abandonaron los cuerpos ya sin vida colgando del palo y se retiraron a sus toldos
A la mañana siguiente una sorprendente maravilla esperaba a los verdugos de esta inocente pareja de enamorados. En el mismo lugar donde estaban los cuerpos de los jóvenes habían nacido unas hermosas flores nunca vistas hasta entonces. Parecidas a las margaritas, tenían largos pétalos anaranjados y se abrazaban al poste del sacrificio igual que una enredadera, como se abrazaban los enamorados. -¡Quiñilhue, Quiñilhue! –gritaron admirados los primeros que las vieron. Todos fueron a ver al prodigio y no salían de su asombro.
Tal era el caso de Huenumán (cóndor del cielo), quien no se doblegaba a las pretensiones de su vecino y seguía luchando por su independencia y autonomía. Un antiguo rencor separaba a ambos jefes de sus súbditos. Pero la flor del amor brota también en lugares inhóspitos como los pehuenes entre las rocas. Así sucedió que Millaray (flor de oro), la joven hija de Painemilla, se enamoró locamente de Ñancumil (aguilucho de oro), hijo precisamente de su enemigo, el cacique Huenumán.
me gusto tanto su leyenda que me tatuo la flor de la mutisia en el cuello. amo san martin de los andes el hua hum..lo conoci por mi amor..y tiene tres gotas de rocio.. mis tres amores..mi amor mi esposo y mis dos hijas..
ResponderEliminarEs hermosa la historia, Yo me saque una foto con esta flor en El Maiten, es hermosa
ResponderEliminarYo nací en el sur y también me la tatué y quiero conseguir esa planta alguien me puede decir cómo conseguirla para ponerla en mi jardín vidottojavo@gmail.com
ResponderEliminar