Martes 13 de Noviembre de 2012. Eclipse parcial de Sol visible desde la Patagonia argentina a partir de las 19.40 hs aproximadamente.
Un grupo de esquelenses asistimos a la convocatoria de Néstor Camino, nuestro astrónomo de cabecera, y nos reunimos en la plazoleta de Av. Hipólito Irigoyen y San Martín, aunque muchísimos más lo observaron desde diversos puntos de la ciudad.
Con equipos adecuados todo pudo verse mejor sin que nuestra vista sufriera daño alguno. Aunque quedamos "encandilados" durante unos largos minutos a nuestro regreso a casa.
Pero el tema científico fue, es y seguirá siendo tratado por expertos de excelente nivel como lo es Néstor. Aquí les dejamos unas cuantas fotos para que vivan (o revivan) esa interesante expresión de la imponencia del Universo del que formamos parte.
Un tubo con un minúsculo agujerito en un extremo y una pantallita nos permitía ver con alguna definición lo que ocurría minutos antes en el Sol. La luz que recorre la distancia enorme entre nuestra estrella y nosotros era interceptada parcialmente por una Luna que, mucho más cerca de la Tierra, persistía en recordarnos así su presencia en nuestro cielo y en nuestras vidas. Y con la exquisita dedicación con que siempre lo hace, el Doctor Camino nos explicaba previamente cómo debíamos utilizar el visor indicado.
Con una avidez que condecía con esa experiencia que se avecinaba, vecinos de todas las edades comenzábamos a espiar el Astro Rey mientras lo veíamos caer lentamente en el horizonte como si realmente fuera él quien se moviera y nosotros estuviésemos estáticos sobre nuestro hogar planetario. Comprendíamos así por qué durante siglos nos creímos el centro del Universo. Pero luego supimos la verdad, y era mucho más sorprendente todavía.
La enorme bola gaseosa que fabricaba sin cesar esos elementos de los que hoy estamos hechos nosotros y lo que nos rodea, parecía realmente arder allá lejos, y su energía conmovía nuestra piel e irritaba nuestros ojos que se empecinaban en echarle de tanto en tanto un rápido vistazo directo al que tanta maravilla nos convocaba. Un espectáculo asombroso que, unas pocas veces con eclipse y muchas otras sin él, nos muestra la belleza de un Universo al que no solemos prestar la merecida atención, salvo en circunstancias como las de este 13 de Noviembre.
"Esta era la imagen del Sol hace unos minutos, con unas manchitas que durante el eclipse van a poder ver mucho mejor", decía Néstor mientras nos distribuía las imágenes que vemos aquí. Nuestro "guía de turismo espacial" ayudaba a que pudiéramos comprender mejor lo que estaba por ocurrir. Como un predicador nos develaba misterios asombrosos al tiempo que compartía una experiencia más que interesante para nosotros pero también para él, un estudioso de estos fenómenos a los que dedicó su vida. Y, afortunadamente para todos, en esta comarca de Esquel, antesala de cualquier paraíso que pueda esperarse por venir.
El Sol y sus manchas en una imagen estática. Poco después, telescopios y cajas negras, placas radiográficas, máscaras de soldador, cualquier recurso válido nos permitiría verlo en acción, explotando en increíbles expansiones de energía, burlándose de esa pequeña Luna que parecía intentar cubrir su magnificencia.
El Sol bañaba de luz los rostros de todos nosotros, irritante pero atrayente. Y persistíamos allí intentando sobreponernos a ese brillo de miles de bombas atómicas para procurar develar personalmente algún misterio más de este lugar al que Max Born bien llamó "inquieto Universo".
Así, en este casi improvisado observatorio de eclipses montado por Néstor y su Plaza del Cielo, espectadores ansiosos de lo que estaba por suceder, desde nuestra minúscula posición personal en el planeta que nos tocó en suerte comenzamos a disfrutar de un repetido pero en sí irrepetible fenómeno celeste que llamamos "eclipse". Porque éste no volverá a verse. No habrá ninguno igual, no habrá ninguno, cantaría seguramente alguien.
Tecnología a nuestra disposición. Ciencia a nuestra disposición. Un lujo que en no muchos lugares se brinda para que nosotros, la gente común, accedamos a eventos como el de ese día. Una caricia para nuestra mente y para nuestro corazón. Algo para recordar. Algo para agradecer.
"Néstor Skywalker", preocupado y ocupado en que todo saliera de la mejor forma posible. Porque eran unos minutos apenas en los que podía vislumbrarse el fenómeno y no debía suceder nada que molestara la observación. Y nada malo sucedió. Todos y cada uno pudimos ser testigos especiales de un eclipse especial. Porque no fue un eclipse común ya que nosotros, cada uno único e irrepetible en el Universo, lo vivió como un hecho más de los tantos que formarían parte de su vida pero que dejan una huella imborrable. Algo que nos permite luego decir a hijos y nietos con cierto orgullo mal disimulado: "Sí. Yo vi el eclipse parcial de Sol del 13 de Noviembre de 2012. Ése que en Argentina sólo podía verse en la Patagonia. Porque ese día especial, yo estaba en Esquel."
El gran protagonista del espectáculo. En un cielo atravesado cerca nuestro por un algo molesto pero necesario cable conductor de la electricidad que desde la represa nos acerca esa energía a casa. Con un horizonte lejano dibujando al sudoeste siluetas de montañas imponentes. Sí, porque el martes por la tarde éramos todos "hombres mirando al sudoeste", y mujeres, y niños. Allí el Sol parecía zambullirse para morir con la tarde. Pero todos teníamos la certeza, o al menos la esperanza, de verlo renacer por el punto opuesto a la mañana siguiente. Y así ocurrió para que nos digamos, como cada día, ese "amanece, que no es poco" que se transforma en milagro.
Ya el eclipse estaba sucediendo. Era tiempo de compartirlo con todos estos convecinos con los que, por un rato, nos convertimos en niños asistentes a algo mucho más impactante que cualquier "Universal Studios" o cualquier "Disneylandia". Y gratis, porque no habría tecnología ni dinero suficiente para producir los humanos un espectáculo así.
La Luna marcaba su perfil en un borde de nuestra estrella central. Todo servía para verlo mejor. Una pantalla improvisada, por ejemplo, en la que se proyectaba una imagen del eclipse.
Pocos hablábamos. Todos esperábamos nuestro turno para compartir el telescopio mayor, los tubos improvisados, lo que fuera. Porque nos embargaba un sentimiento especial. Ése que muchas veces hizo que los humanos consideraran que un eclipse era una señal, quizá de algo bueno por ocurrir pero, más frecuentemente, de algo malo. Los que sabían la verdad solían utilizar hechos así para sembrar temor entre sus súbditos. Hoy lo hacen sacudiendo otros fantasmas pero con la misma finalidad. Pero es el conocimiento, cuando nos llega, quien nos abre caminos hacia la libertad.
En tanto, el espectáculo continuaba y seguíamos disfrutándolo desde esta esquina de Esquel, como miles más lo estarían haciendo en muchos otros rincones de nuestra maravillosa Patagonia.
La tradicional cordialidad esquelense de demostraba una vez más en esta tarde de eclipse. Sorprendidos por la maravilla que estábamos observando, todos queríamos compartirla con nuestros vecinos, muchas veces casi desconocidos o simplemente conocidos "de vista", por cruzarnos de vez en cuando en una calle de la ciudad.
Se acercaba el final de este evento organizado desde millones de años antes. Era tiempo de regresar a casa, conmovidos, para permitir que nuestra vista se repusiera del trance especial al que la habíamos sometido.
Detrás quedaba el Sol, desapareciendo poco a poco en el horizonte como agradeciendo los merecidos aplausos que desde nuestro interior le prodigábamos. No por el eclipse, hecho eventual predecible producto de simples desplazamientos celestiales, sino por bañar nuestro planeta de esa luz que provoca que las plantas verdes que nos acompañan generen el alimento que la vida necesita para seguir estando.
¿Puede alguien querer dañar una maravilla así? Más que cualquier marcha que podamos realizar para defender lo que llamamos "patrimonio ecológico", la observación de esta naturaleza mágica que nos rodea nos demuestra que todo es parte de un equilibrio que nos cuenta como protagonistas.
Cualquier daño, aunque parezca menor, desnivela una delicada balanza que solamente algún tonto podría querer perturbar. Alguien que pensara que un beneficio personal puede construirse a partir de lesionar el conjunto de la vida sin resultar finalmente convirtiéndose en una víctima más de su propia acción u omisión.
Ya en casa, la ventana nos dejaba ver los últimos rayos de ese Sol que ya estaba realmente por debajo del horizonte pero que, curvada su luz por nuestra atmósfera, persistía en poner un espléndido final rojizo a un día inolvidable.
¿Cómo no atribuir a un dios toda esta maravilla? ¿Cómo no suponer que en quizá muchos otros lugares lejanos del Universo otros seres vivientes por nosotros desconocidos experimentan espectáculos así de impresionantes, así de conmovedores?
Mientras la oscuridad de una noche más ganaba el espacio-tiempo esquelense, con el alma acariciada por este suceso que nos hizo sentir más plenos, más limpios, nos sentamos a ver qué había resultado de este tomar fotografías con el que, sin lograr demasiado, pretendimos compartir con vos esto que nos pasó.
Y si estabas allí, en algún lugar del planeta, observándolo al mismo tiempo que nosotros y maravillándote como nosotros, te mandamos un abrazo fuerte de colegas: ambos somos tripulantes de esta nave que desde hace miles de miles de años recorre su ruta rumbo a un futuro que siempre queda más allá.
Daniel Aníbal Galatro
Olga Isabel Román
Esquel - Chubut
Argentina
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