La gente se reunió (nos reunimos) en la Plaza San Martín. Continuamente llegábamos grupos con banderas y pequeños carteles hechos a mano, familias con sus niños arrastrando pequeños pero simbólicos camiones de material plástico, parejas jóvenes, grupos diversos de adolescentes, ancianos a paso lento pero con el alma henchida de emoción. Todos sentíamos que esta vez, tanto o más que las muchas otras anteriores, nuestra presencia era significativa.
En la plaza, a metros del municipio en esos momentos y desde casi cuatro días atrás tomado por un grupo de desocupados reclamando por trabajo pero no por trabajo minero. Alguien de los más altos niveles de gobierno aseguró a las multinacionales mineras, especialmente a una interesada en el proyecto mal llamado Cordón Suyai cuando es realmente otro su nombre, que a la gente de Esquel se la iba a sitiar por hambre hasta que dejara de oponerse al proyecto minero. Y como la cuestión se demoraba, en tiempos cercanos se apeló al by-pass. Aunque el Concejo Deliberante prohibiera la actividad en la zona, aunque el pueblo había plebiscitado el tema avasallando con más de un 80% de votos por el no, aunque... la minera abrió una oficina en la ciudad y comenzó a desarrollar actividades promocionales principalmente disfrazadas de ofrecimientos de trabajo. Y el ejecutivo municipal lo autorizó en aras de una incomprensible concepción del término "democracia". Pero el pueblo en la plaza pide que se cancele esa autorización. Y la voz del pueblo es la voz de Dios, o al menos la voz de la verdadera democracia.
Aunque no se manifieste como representante electo - por cuarta vez - del pueblo de Esquel, el intendente no se hace presente en las expresiones de, al menos, una parte importante de sus administrados. Solamente plantea la situación de "respetar la voluntad del pueblo", aunque no escucha personalmente la que es al menos una muestra de parte de esa voluntad. Y la gente de la plaza, la gente de las marchas y mucha otra gente tiene urgencia en hablar con él. Por que el intendente quizá crea que esa posición lo protege aunque en realidad lo expone. Y permite avances de la empresa minera que más parecen apoyos que ya no son tácitos sino expresos. Eso no es bueno en estos momentos. La parte del pueblo de Esquel que no quiere minería contaminante en la región escucha lo que el intendente dice pero no sabe lo que el intendente piensa.
Esquel no merecía este maltrato. Ni el desconocimiento del resultado de un plebiscito altamente convocante, ni la ausencia de su conductor político natural electo, ni la falta de participación activa y clara de sus concejales en medio de una plaza que se ha convertido en su similar ateniense de los principios de la democracia, ni la presencia inexplicada de la oficina de una empresa no querida al menos por una gran parte de la población, ni el rodar de pesados camiones y costosas 4x4 supuestamente llevando a desocupados que jamás serían trasladados a cargo de un emprendimiento que aún no sabe si va a contratarlos.
Éstos, como saben, son los camiones que nos acompañaron antes, durante y después de la marcha. Conducidos, hilo mediante, por pequeños esquelenses que fueron sumados a la demostración porque sus padres seguramente consideraban de que una experiencia así iba a ser parte de su formación cívica. Para el resto de los asistentes fue un detalle emocionante que nos ayudó a olvidar el frío y el cansancio.
El pedido, la demanda de estos defensores del no a la mina se va haciendo más explícito y definido: fuera la minera de Esquel, investigación y desarrollo de otras formas de producción que generen empleos sanos y bien remunerados. ¿Utopía? Por supuesto que no. Todo eso es posible. Ahora hay que insistir para hacerlo probable y luego seguro. Más sencillo cuando un pueblo sigue a las autoridades porque han tomado decisiones justas y dignas. Y la dignidad es aquí, para todos los que participamos de esta circunstancia, un factor que debe abundar desde los niveles más altos hasta los más humildes, desde los niveles más humildes hasta los más bajos.
Los medios de prensa locales fueron los primeros "gentilmente" acosados por la multinacional. No siempre es sencillo comprar sus voluntades pero parece que en muchos casos se logró con "un puñado de dólares". Es que se trata de periódicos pero, evidentemente, no de periodismo, noble y riesgosa actividad que permite que llegue al pueblo la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. "No en este caso" - diría Héctor Larrea en un antiguo programa de televisión. Los asistentes a las marchas antimineras son siempre "un puñado" y los participantes de la marcha antiminera fueron cientos de desocupados, habitantes de este pueblo. Faltaba el rótulo - obligatorio - de "espacio de publicidad" que debía figurar en la nota. ¿Es lógico? Es un tema de conciencia, como siempre, como todo. No sé cuánta gente había en la marcha de hoy. Mucha. La necesaria y suficiente como para permitirnos expresarnos mostrándonos ante nuestros vecinos que nos conocen. Jesucristo, con sólo 12 apóstoles, demostró que alcanzar la fama y el reconocimiento mundiales no es cuestión de número. Y seguramente la gente ya lo sabe. Por eso la marcha se detuvo ante las oficinas de un diario local para simplemente gritarles "mentirosos", una palabra vinculada con uno de los Diez Mandamientos que muchos consideran sagrados. Aunque esa palabra haya sido tan abundantemente utilizada que ya muchos no la toman como el insulto que realmente es.
Dejamos unas pocas fotografías más para los que suelen leer de las imágenes más que de los textos. Porque se vienen tiempos difíciles y acabamos de escribir una página más de la historia local, provincial, argentina y, por qué no, mundial. Muchos miles de personas leerán nuestra nota y sacarán sus propias conclusiones. Y coincidirán o se opondrán haciendo uso de su libertad de pensamiento a la que tienen tanto derecho como nosotros. Estuvimos en un evento más en el que, fuera de nuestras conductas habituales, participamos con nuestra presencia. Porque admiramos este pueblo que se manifiesta así sin llegar a comprender del todo la dimensión que tiene su acción colectiva por la causa que la motiva, la alegría encendida con que la realiza, y la satisfacción del deber cumplido cuando regresa a su hogar y cierra la puerta por detrás de la familia. Un día más de agua pura, un día más de aire puro, un día más de suelo puro. Unas riquezas de las que, por un día más, seguimos siendo ricos.
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