Es oportuno aclarar, siguiendo a Felipe Pigna, algunos errores y horrores de información que la mayor parte de los maestros transmiten como verdades a sus poco interesados y fácilmente influenciables alumnos.
Pero siempre hay y habrá "otra historia", otro relato posible de los mismos sucesos, cuando realmente sucedieron, porque a veces, ni eso.
Una fecha para recordar en España es el final de la Reconquista. Isabel de Castilla y su esposo Fernando de Aragón gobernaban una buena parte de España y lograron la toma del reino musulmán de Granada el 2 de enero de 1492. Después de siglos de ocupación, el último "moro" era expulsado de esa parte de Europa. Solamente quedaban para molestar a los españoles un buen número de judios que también deberían recibir un tratamiento similar: la muerte o el destierro.
Ya hacía unos seis años que un extraño individuo que decía llamarse Cristóbal Colón había pedido una entrevista con Isabel pero hasta ese momento "el horno no estaba para bollos". No se podía pensar en invertir dinero ni esfuerzos hasta no lograr la Reconquista. Pero como la empresa de llegar a Oriente cruzando el gran mar hacia el Occidente prometía dar buenos dividendos, firmaron un convenio llamado "Capitulación de Santa Fe" para que este hombre no se arrepintiera y ofreciera el negocio a cualquier otro rey de por ahí, cosa que ya había intentado. En ese papel dijeron que la expedición sería movilizada por el Estado, aunque nunca pusieron un maravedí porque aprovecharon, "rápidos" como eran, que la ciudad de Palos debía una multa por contrabando y piratería y les hicieron un canje por su participación en la provisión y equipamiento de "La Pinta" y "La Niña", dos carabelas que llegarían a su puerto.
Los que algunos dicen era otra carabela pero parece que era más grande, una nao, era "La Gallega", luego bautizada "La Santa María", que proveyeron Colón, los hermanos Martín y Vicente Pinzón, y el judío converso Luis de Santángel. Este último consiguió 140.000 maravedíes y puso de su bolsillo 17.000 florines. Era, parece, un hombre rico y trababa para los reyes, pero de todos modos su familia fue castigada católicamente por la Santa Inquisición. Porque sería un buen tipo, quizá, pero había sido judío por religión y por sangre, decían, y la segunda razón no se limpiaba con una conversión.
Con una explicación tomada de los griegos que decía que la Tierra tenía forma de busto de mujer con el pezón en lo alto y cercano al cielo - algo que solamente un par de ignorantes como eran los reyes de España podía llegar a creerse y quizá el propio Colón también - y basado en la indicación de Aristóteles de que la tierra era redonda (lo que por esos tiempos era garantía de palabra "santa"), ese grupo de gobernantes y gobernados con poco de civilizadores y mucho de delincuentes emprendió la aventura. En realidad, la mayoría quedó en tierra esperando el resultado y unos pocos subieron a esas frágiles naves a ver qué había más allá del horizonte.
Destino declarado: China. Fines: absolutamente comerciales: el trueque de productos europeos que podían interesar (pocos) por sedas, especias y perfumes orientales que ya conocían porque antes del cierre de los caminos por los musulmanes eran traídos por lentas caravanas que realizaban esos viajes interminables.
Juan Rodríguez Bermejo (posible antepasado mío), a quien llamaban Rodrigo como a su padre y oriundo de Triana, estaba subido al carajo, el lugar elevado del barco en lo alto del palo mayor desde donde la vista alcanzaba mejor y donde lo habían quizá mandado como castigo porque se exponía a los vientos, el frío y el bamboleo máximo del barco por ser el punto más alejado del centro de gravedad. El muchacho venía mirando para adelante, deseando que se acabara ese mar inmenso y apareciera algo de tierra firme para ser el primero en gritar "¡Tierra!" y ganarse 10.000 maravedíes (el precio de cinco vacas). Lo primero parece que fue así y Rodrigo pegó el grito. Lo segundo nunca se dio porque "ojo de águila" Colón aseguró cantó "primero" cuando volvieron a España y se quedó también con esa recompensa. El de Triana se enojó mucho, como cabe suponer, y al volver a la Madre Patria, como decimos tradicionalmente, se mudó a África y se hizo musulmán, como pequeña revancha.
Tocaron tierra el viernes 13 de octubre de 1492. Era un mal día para descubrir América (aunque la mayoría de los viajeros no sabía que estaban descubriendo algo). Habían llegado a una isla del grupo Bahamas que los originarios llamaban Guanahani. Después de tanto viaje merecían festejar el día, y para evitar el número de mala suerte, Colón anotó que habían desembarcado un día antes.
Se encontró con un montón de gente más buena que Lassie atada, incapaces de robar y menos de matar. El piadoso Colón y la gentuza que lo acompañaba, muchos ya enfermos de fiebre amarilla, los miraron con ternura y después comenzaron a explotarlos como esclavos sin encontrar resistencia. Y, como pasa aún en nuestros días, ellos les entregaron oro a cambio de cualquier cosa porque oro era lo que sobraba arrastrado por los ríos, no tenía valor comercial sino religioso y un espejo o una guitarra resultaban más interesantes como souvenir.
Pero cuando vieron que esos extraños seres que habían desembarcado cerca eran más malos que los que le pegan a su madre de ellos (los "conquistadores", "civilizadores", o como se autoproclamaban), los que eran americanos (de Abya Yala, para ser más precisos) pusieron cara de "indios" (que no lo eran) y a los dos o tres meses comenzaron a rebelarse, porque buenos sí pero no estúpidos. Casi logran echar a esta gente del nuevo continente (que para los locales no era nada nuevo). Cuando vieron que no podrían librarse de este castigo de los dioses, muchas aldeas completas eligieron suicidarse antes de caer en manos de estos verdaderos demonios, lo peor de la raza humana que ni siquiera hubieran sospechado que existía. Esa raza humana a la que los originarios también pertenecían pero con una calidad que el progreso de Europa había logrado disminuir a valores negativos entre sus habitantes.
Pero cuando vieron que esos extraños seres que habían desembarcado cerca eran más malos que los que le pegan a su madre de ellos (los "conquistadores", "civilizadores", o como se autoproclamaban), los que eran americanos (de Abya Yala, para ser más precisos) pusieron cara de "indios" (que no lo eran) y a los dos o tres meses comenzaron a rebelarse, porque buenos sí pero no estúpidos. Casi logran echar a esta gente del nuevo continente (que para los locales no era nada nuevo). Cuando vieron que no podrían librarse de este castigo de los dioses, muchas aldeas completas eligieron suicidarse antes de caer en manos de estos verdaderos demonios, lo peor de la raza humana que ni siquiera hubieran sospechado que existía. Esa raza humana a la que los originarios también pertenecían pero con una calidad que el progreso de Europa había logrado disminuir a valores negativos entre sus habitantes.
Así que, este 12 de octubre (o el 13, si prefieren) no tenemos nada que festejar si asumimos que aunque tengamos antepasados de otras latitudes somos "otra cosa". Porque seguimos siendo, como los que recibieron la llegada de Colón, víctimas potenciales de las hordas que los ricos envían para saquearnos. Siguen intentando cambiar "oro por baratijas", pero la mayoría de nosotros ya sabe el valor del oro y el valor de las baratijas. Ya no los recibimos como a supuestos salvadores que vienen a "civilizarnos" sino que sabemos que las riquezas que buscan vale, para ellos, más que nuestras personas. Aunque ellos nos vean, al decír de los conquistadores del Perú, como una variedad de monos que a veces nos parecemos a personas como ellos pero que es un error de apreciación tomarnos como tales.
Vamos a conmemorar (y no celebrar) el 11 de octubre como el último día de libertad. Quinientos veinte años después no hemos aún logrado quitarnos todas y cada una de las cadenas que nos han ido poniendo a lo largo de una historia triste, muy triste. Pero ahora sabemos mucho más que antes. En todo el tiempo transcurrido hemos aprendido que peor que Colón y su gente, peor que los que vinieron después de ellos con cualquier bandera a saquear nuestros bienes naturales, fueron y son los que conviven con nosotros como americanos pero que no sienten como tales sino que, como con "conquistadores", buscan su provecho personal aunque tengan que entregar a cambio sus hijos y los nuestros.
Como los que llegaron a Guanahani cortaban las manos de los originarios que no recogían para ellos oro suficiente, cortaremos las manos de los que quieran obtener nuestro oro violando derechos y personas. Porque nuestros descendientes nacidos o por nacer, merecen que festejemos alguna vez el Día de la Reconquista de América, de toda América, como digno tributo a los millones que murieron por la avaricia incontenible y la pobreza moral de esos indignos que vinieron, vienen y quizá sigan viniendo por un tiempo más a expoliarnos, que el Diccionario de su Real Academia define como despojarnos con iniquidad o violencia.
Repudiando una vez más que alguien en algún lugar celebre este falso Día de la Raza para el que no es verdad ni siquiera el dato que lo coloca entre las siempre sospechables efemérides, un abrazo sincero para todos los que, con mayor, menor o ningún éxito han tenido desde hace 520 años hasta hoy el coraje y la dignidad de oponerse.
Daniel Aníbal Galatro
DNI 5.331.274
danielgalatro@gmail.com
Esquel - Chubut - Argentina
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