La mitad de los casos de anorexia nerviosa y el 60 por ciento de los de bulimia nerviosa remite completamente, y, en ambas enfermedades, se vuelve crónico en el 10 por ciento de los casos, según la pedagoga y profesora del grado de Nutrición Humana y Dietética de la Universidad de Navarra Susana Santiago.
La experta impartió una sesión en el Seminario de Comunicación y Salud organizado por el centro académico y señaló que los trastornos del comportamiento alimentario (TCA) son enfermedades "con un gran impacto social y mediático". "Cada vez se conocen más aspectos sobre ellos, pero esto no se ha traducido en una disminución de la prevalencia; por el contrario, está aumentando", aseguró.
A este respecto, la profesora del Instituto de Ciencias de la Alimentación del Campus de Pamplona expuso algunos datos del Ministerio de Sanidad publicados en 2009, según los cuales, la prevalencia total de TCA en mujeres españolas de 12-21 años se sitúa alrededor del 4,1-6,41 por ciento, mientras que en varones es del 0,36 por ciento. "Continúan afectando más al sexo femenino, en una proporción de 9 a 1", apuntó.
Por otro lado, Santiago señaló que el tratamiento de los TCA "es difícil", ya que "en mayor o menor grado los pacientes niegan la enfermedad y tienen distorsionada su imagen y peso corporal reales". Por ello, según afirmó, "exigen un abordaje multidisciplinar de la enfermad, basado en la psicoterapia y la reeducación de los hábitos alimentarios".
En este sentido, explicó que "se ha avanzado mucho en la combinación de terapias cognitivo-conductuales y la atención extrahospitalararia de los pacientes, aunque todavía queda mucho por hacer, sobre todo, para evitar la cronicidad".
En cuanto a la detección de la enfermedad, Santiago expuso que "cuando la pérdida de peso no es tan evidente resulta más difícil detectar estas patologías". No obstante, afirmó que "el cambio de determinadas conductas puede dar pistas".
Entre estos comportamientos, destacó los de no ingerir pan y alimentos grasos; beber menos líquidos; revolver la comida; procurar comer a solas y evitar compromisos relacionados con los alimentos; pesarse a menudo; hablar constantemente de la dieta y estar muy pendientes del etiquetado nutricional; llevar ropa más amplia; quedarse en vela hasta tarde y aumentar la actividad física; o sufrir menstruaciones irregulares.
LA PREVENCIÓN
En el ámbito de la prevención, Susana Santiago defendió la importancia de la familia. "Es fundamental fomentar unos buenos hábitos alimentarios desde la infancia, implicando a los niños en la compra y la preparación de los alimentos y procurando comer en familia", aconsejó. Por otro lado, según la experta, "se debe intentar no imponer metas inalcanzables o trasmitir preocupación excesiva por el peso o la imagen corporal".
Asimismo, Santiago apostó por "una intervención institucional que incluya la formación especializada de los pediatras, profesores, entrenadores y monitores deportivos para realizar una detección precoz; el control de la publicidad de alimentos, dietas y productos milagros, como realizan Autocontrol y el código PAOS; la adaptación del tallaje de la ropa al peso real de los adolescentes; y la vigilancia de webs y redes sociales".
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