LOS YÁMANAS
Los Yámanas vivían en el territorio que va desde las costas del canal de Beagle hasta las islas del Cabo de Hornos. Pasaban la mayor parte del tiempo desplazándose de isla en isla en busca de alimentos, que obtenían por medio de la caza y la pesca.
Eran nómades marinos (no vivían en un lugar fijo), y se trasladaban en canoas en grupos de dos o tres familias. Este pueblo demostró gran capacidad de adaptación en una zona que, por su geografía y clima, hace complicada la supervivencia.
Fabricaban sus canoas con tiras de corteza de árbol que pulían y ablandaban al fuego. Unían las cortezas entre sí cosiéndolas con barbas de ballena, que utilizaban como hilo. Para impedir el paso del agua rellenaban las junturas con algas y musgos. Aseguraban el fondo de la canoa con trozos de corteza más gruesos. Estas embarcaciones debían resistir el fuerte oleaje del mar en los canales fueguinos. Medían 4 metros de largo por 80 centímetros de ancho.
Llevaban siempre brasas dentro de la canoa, única manera de contar con fuego en el mar. Para evitar incendios, las brasas se colocaban sobre una plataforma hecha con piedras chatas, conchillas de mar y mazacotes de barro mezclado con algas para mantener la humedad.
Los Yámanas permanecían poco tiempo en tierra firme, por cuyo motivo construían viviendas que eran apenas sencillas chozas, de forma cónica o abovedada, hechas con postes de madera que cubrían con cueros y ramas. Se dejaba siempre una abertura en la parte de arriba para permitir que saliera el humo del fogón, que mantenían permanentemente encendido en el interior de la choza. Con este sistema combatían las bajísimas temperaturas.
Para protegerse la piel del viento y la lluvia se untaban el cuerpo con aceite de pescado o grasa de lobo marino. Además, consumían alimentos con grasa que les aportaban suficientes calorías.
Padres, tíos y padrinos tenían a su cargo la educación de los niños. Ellos eran los encargados de explicarles el porqué de las cosas. Los chicos participaban, casi como en un juego, en los trabajos que hacían los mayores y de ese modo aprendían. A los 14 años pasaban por un período de instrucción y una ceremonia llamada “chiéjaus”. Se hacían pruebas de caza y pesca, y además los padrinos les transmitían consejos sobre cómo debía comportarse un adulto, la importancia de compartir los alimentos, el respeto por los más viejos y el cuidado de los más pequeños.
Fuente: El Mundo de Olga y Daniel
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