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Esquel y vos :De Daniel Galatro
Esquel y una historia estremecedora
Por el 2006 publicaban en "Río Negro online" una historia con mucho quizá de leyenda incorporada. Sin más preámbulos la publicamos para que nuestros informados lectores nos ilustren acerca de su veracidad, de sus excesos y de sus defectos. En imagen: el doctor Ércole Mussachio, primer médico de Esquel. Aquí va.
"En 1907 se instaló el primer médico, el italiano Ercole (Hércules) Mussachio –que en Buenos Aires había revalidado su título– y permaneció en Esquel hasta 1910, año de arribo del doctor Ugo Roggero, quien también instaló su hotel "16 de Octubre" en 1912 y presidiría el primer Consejo Municipal elegido por votación popular en 1923. Poco después, por desavenencias con los concejales, fue destituido. Mussachio, en cambio, tuvo una pasajera celebridad.
Fue a las 10 de la mañana del 4 de junio de 1908 que al esmirriado poblado de Esquel entró un jinete baleado en la cabeza que venía en fuga solitaria entre desmayos desde Cholila. Fue el "tano" Mussachio que lo atendió y salvó su vida.
La noticia llegó telegráficamente a Buenos Aires, porque el herido era un robusto riojano de 36 años de cara cetrina que sobrevivió de milagro y porque Esquel ya hacía un año que tenía su primer médico.
El baleado era el primer maestro de Cholila. Llegó el 22 de octubre de 1905, un mes y cuatro días después que salió de Gaiman y cabalgar 750 kilómetros desérticos para erigir con sus propias manos la primera escuela de Cholila (esa donde Muzio rezó misa). ¿Por qué fue baleado? Por molestar una nota dirigida al ministerio del Interior –hecha con el vecino Juan Bonansea– que denunciaba que el ingeniero Mario Engel mensuraba el valle, adjudicado a Florencio Martínez de Hoz, para la venta a la compañía chilena Cochamó, lo que contrariaba la zona de frontera.
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La represalia sobrevino con la compra de voluntades criminales. A Bonansea le costó el incendio de su casa. A Calderón lo visitaron la noche del 3 de junio a su casa escuela de palo a pique, y cerca del lago El Mosquito. Eran policías mandados por un oficial Cejas. Uno de ellos, el maragato (de Patagones) Antonio Batilana, salió y, a espaldas del maestro, entre las rendijas de los palos le disparó a la cabeza. Lo creyeron muerto y arrastraron para echarlo al lago El Mosquito. Creyéndolo muerto lo abandonaron en un mallín. Calderón –diplomado de maestro en 1893 y de profesor en 1898 en el porteño colegio Mariano Acosta– escribió en 1947 la memoria de aquel suceso. La bala le entró por la nuca, se desvió hacia el cuello y salió. Se arrastró hasta lo de Sixto Gerez que le ayudó a contener la hemorragia y a montar un pingo con el que llegó Esquel."
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