Como relata el profesor Oriola en su imprescindible libro "Esquel... del telégrafo al pavimento", desde la Zaragoza que lucía como se la aprecia en la fotografía adjunta partieron los Beatove. Llegaron a Buenos Aires, Argentina por 1926.
Era un matrimonio con sus cuatro hijos y alejarse de España era la única forma de que los varones no tuvieran que cumplir con los "servicios al Rey", esto es, la "colimba" de aquel reino europeo.
¿Dónde instalarse? Tenían un pariente en Cushamen, cerca de Ñorquinco Sur. Puro campo, puro desierto.
Celestino Beatove era un niño entonces que mantenía su acento español. Era imposible que no le pusieran "el gallego" como apodo. Fue anotado como alumno de la Escuela N° 67. En 1932 se trasladaron a la importante ciudad de Esquel que ya contaba con unos 3.200 habitantes, algo más que San Carlos de Bariloche.
En esta zona se había desarrollado notablemente la producción triguera con varios establecimientos y la presencia luego monopólica de Molinos Río de la Plata y plantas industriales en Esquel, Trevelin y el Maitén.
Había mucha población chilena, en mayor proporción de la que hay por estos tiempos. Desde Futaleufú y Palena llegaban catangos con dos yuntas de bueyes a comprar y vender por esta comarca. Y luego llegó el tren y también se sumó la creación de la Sociedad Rural.
Una medida política del gobierno de Perón fijó por 1950 un precio para la harina que desalentó la producción local. Solamente quedó en manos de Molinos Río de la Plata ese negocio, en tanto que el resto debió dedicarse a la ganadería. Donde antes crecían los rubios trigales, el pasto lucía ahora para alimentar animales de cuatro patas.
Celestino comenzó a trabajar con la firma "Criado y San Martín" pero con el tiempo se independizó y puso con su hermano un comercio propio. Había mucho trabajo por entonces, también en lo relativo al transporte de bienes, herrerías y alimento para animales.
Los Beatove lograron levantar la barraca de Alemán, ubicada en un extremo del playón del ferrocarril, construida inicialmente para almacenar lana. Llegó a contener unas 5.000 toneladas, cuando en toda la región sumaban unas 20.000. Estos bienes como otros circulaban lentamente por tren pero a bajo costo de transporte en tanto que fue siendo reemplazado poco a poco por camiones, más veloces pero con fletes más elevados.
Todo lo que hoy es Esquel es el fruto del esfuerzo de sus pioneros. Los Beatove lo fueron y es digno, justo, equitativo y saludable que hoy, con la ayuda del profesor Oriola, les hagamos al menos el homenaje del recuerdo.
Daniel Aníbal Galatro
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