La historia de poderío de este araucano llegado de Chile puede comenzar a contarse a partir de 1829, cuando Juan Manuel de Rosas asumió el gobierno de la provincia de Buenos Aires y negoció con los indios pacíficos y enfrentó a los rebeldes insumisos, entonces liderados por el cacique pampa Toriano. Secundado por Calfucurá y su hijo Namuncurá (el padre de Ceferino, “el santito de las pampas”). Finalmente Toriano fue vencido por tropas de Rosas y sus aliados, los borogas. Tras el fusilamiento de Toriano en Tandil, los borogas comenzaron a perseguir a los vencidos y cometieron varias masacres, hasta que tres años después Calfucurá los emboscó, mató a unos mil guerreros y se llevó cautivas a todas sus mujeres. Así se hizo dueño del amplio territorio de Neuquén, Río Negro, La Pampa, casi todo el interior de Buenos Aires, San Luis y gran parte de Mendoza.
La venganza de Calfucurá provocó la Campaña del Desierto de Juan Manuel de Rosas, que derrotó uno a uno los caciques que encontraba. Ese fue el momento en que Piedra Azul tomó el mando de todas las tribus conformando la Confederación Araucana, tras matar al cacique chileno Railef. El cuartel central del nuevo caudillo pampa y de “nuestros paisanos los indios” (en palabras del libertador San Martín) fueron las tolderías de Salinas Grandes, donde, en forma inteligente, formó espías y perfeccionó su lenguaje castellano para poder negociar de palabra y por escrito con Rosas.
Después de la Batalla de Caseros, al descubrir que los otros gobernantes huincas (cristianos, blancos) no tenían la mano dura de Rosas pero persistían en usurpar las tierras pampas, Calfucurá lanzó una nueva campaña de grandes malones, saqueando estancias y pueblos enteros.
Mientras tanto, recibía los diarios de Buenos Aires y Paraná y se enteraba que, aprovechando la desunión nacional, podía negociar con Justo José de Urquiza. Con él selló la paz y desconoció todo poder bonaerense. Sus conas (guerreros) llegaron con sus chuzas (lanzas) hasta pocos kilómetros de Buenos Aires y hasta vencieron en el Combate de Sierra Chica (Olavarría) a Bartolomé Mitre. Luego hicieron lo propio con el general Hornos, quien enfrentó al poderoso ejército de Calfucurá de 6.000 aguerridos guerreros en Tapalqué y también resultó vencido, por lo que los porteños, con la indiada a sus puertas, comenzaron a padecer el terror de ser invadidos en la propia Gran Aldea.
Cuando su poderío parecía no tener límites, cansado de matar huincas y ganar batallas, Calfucurá intentó una decisiva hazaña y le declaró formalmente la guerra al presidente Sarmiento. Fue su gran error: resultó impensadamente vencido en la batalla de San Carlos, en el actual Partido de Bolívar (Buenos Aires), y nunca más volvió a guerrear. Recluido en Salinas Grandes, Calfucurá pasó en adelante sus días inmerso en la tristeza.
El 4 de junio de 1873, sin heroísmo ni en ningún entrevero, sino de viejo y de pena y rodeado de la chusma (mujeres), murió Juan Calfucurá (Piedra Azul), soberano absoluto de la nación mapuche y de las pampas por cuarenta años. Tenía 108 años de edad.
Calfucurá fue sepultado con los honores de un gran cacique y en su tumba fueron enterrados sus ponchos, sus armas, su platería, sus mejores caballos, sus mejores mujeres y varias cautivas huincas, y unas veinte botellas de anís y ginebra. Su tumba resultó profanada seis años después por soldados de la Campaña del Desierto comandada por Julio A. Roca. El teniente Levalle fue entonces el encargado de recolectar los huesos y las pertenencias de quien había sido el temerario dueño y Señor de las pampas, los que finalmente recalaron a fines del 1800 en el Museo de La Plata, hasta que en el 2004 se reclamaron sus restos.
El éxito de la Campaña del desierto terminó dándole la razón a Calfucurá como gran estratega de la guerra contra el huinca: tras su muerte, Roca ordenó a su ejército ingresar por Carhué, arrasar Salinas Grandes y terminar con Choele Choel, el lugar secreto por el que se traficaba ganado a Chile.
fuente: http://www.revisionistas.com.ar/
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PARA MAS INFORMACION CALFUCURA VIVE EN SU FAMILIA , SU SANGRE SOBREVIVIO EN SU ESTIRPE QUE HOY LLEVAMOS EN NUESTRA SANGRE Y LLEVAMOS COMO BANDERA HASTA RECUPERAR LA GLORIA DEL GRAN CACIQUE. ARIEL CALFUCURA
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