Fundación Empresaria de la Patagonia (FEPA) propuso para las 1º Jornadas de Reflexión Productiva a realizar en Esquel los días 28 y 29 de abril, esto es, dentro de unos pocos días. De los tres ejes principales, el tema que nos preocupa - y espero que nunca nos ocupe - es el de las consecuencias de las explotaciones mineras a cielo abierto.
Seguramente en la Jornada correspondiente se reflexionará acerca de la minería, "sus muchas ventajas y sus discutibles inconvenientes". Y en forma verbal y/o audiovisual se derramarán cascadas de dólares virtuales sobre los asistentes, de modo de influir en su víscera más sensible para, como se prometiera a las empresas extractivas canadienses y otras, desviar el curso de la razón que hace ya unos cuantos años detectara las verdades ocultas en los proyectos de modo de recanalizarla hacia la aceptación expresa o tácita de otra forma de pensar, "más práctica y más productiva".
Pero seguramente mis conocimientos acerca del tema son insuficientes para comprender las ventajas y desde hace años vengo bebiendo en fuentes más relacionadas con la ecología y la salud, tanto que no estoy en condiciones de brindar opiniones propias suficientemente válidas, aunque yo las vea como fruto de un sentido común tan avasallador que no me deja espacio libre para ideas diferentes.
Pero mi madre me enseñó a leer, y cuarenta años de computación me enseñaron a "copiar y pegar", así que busqué escritos de otros que quizá supieran más que yo y los trasladé aquí. La finalidad de esta sencilla operación es presentar en esta nota algunas objeciones que por allí circulan, de modo que el 28 y 29 de abril gente más sesuda que yo podrá presentar las preguntas y gente más sesuda que yo les dará algunas respuestas.
1) ¿Es verdad que al realizarse la explotación en la superficie, esta actividad destruye ecosistemas a lo largo de kilómetros?
2) ¿Es verdad que para separar los minerales valiosos del resto se utilizan químicos venenosos que se esparcen por el ambiente, provocando todo tipo de envenenamientos (por metales pesados, arsénico o cianuro) y enfermedades?
3) ¿Es verdad que también existe el peligro de los gases que se liberan durante los procesos de minería y del conocido "drenaje ácido" (la acidificación del agua)?
4) ¿Es verdad que en la extracción de uranio se utiliza un proceso que se denomina lixiviación con ácido sulfúrico (que requiere un consumo de 500 litros de agua por segundo) y que al entrar éste en contacto con las vetas de mercurio, se libera gas Radón y otros derivados radiactivos.
5) ¿Es verdad que en la extracción de oro se utiliza el proceso de lixiviación con cianuro, que produce daños ambientales a largo y corto plazo, entre otras razones por los desechos de cianuro que se filtran y pueden acabar contaminando ríos subterráneos?
Sencillas cuestiones que me preocupan porque si una sola de las objeciones tuviera fundamento no encontraría palabras para calificar a quienes aceptan destruir nuestra vida y nuestro suelo - el de todos los que poblamos este planeta - a cambio del desarrollo de industrias que se convierten en dinero y poder para unos muy pocos.
Quienes se acerquen a esas Jornadas que se brindarán a fines de mes tendrán la oportunidad de aprender mucho. Comprenderán definitivamente que el progreso tiene un precio y que también tiene un conjunto muy limitado de dueños. Que algún sacrificio debemos hacer los más, para alto beneficio intensivo de los pocos y muy inferior beneficio extensivo de los muchos. Es el modelo de la copa que hay que llenar para que un día se desborde y nos humedezca a todos.
Siempre en mi limitado mundo, imaginé una situación parecida pero de hace ciento y pico de años. El General Roca se llegaba a Esquel para convencer a los descendientes de extranjeros que el indio era un problema, que siguiendo las recomendaciones de Sarmiento había que eliminarlos a todos, que para eso se debía utilizar a los gauchos, y que ricas posesiones esperaban a los victoriosos, a sus hijos y a sus nietos si esto se lograba.
En aquella oportunidad, dicen los libros que tan bien les fue que hasta lograron que todavía hoy nuestras calles lleven sus nombres, monumentos recuerden su memoria, etc., además de haberse convertido durante tantos años en los dueños de todo un país.
Extrapolando, y en la suposición de resultado parecido, en el sueño - o mejor, la pesadilla - que mi imaginación me propuso, el Cordón Esquel se transformaba en una sucesión casi ilimitada de minas a cielo abierto, productoras de oro, uranio, y quién sabe qué otras maravillas. Todo era una lluvia de riquezas incontables pero exportables a costos viles, y estaba rodeado por un paisaje en el que alguna vez, y no hacía mucho, un puñado de ciudades rodeadas por paisajes increíbles albergaba miles de habitantes que habían confiado en un futuro mejor logrado a través de su trabajo cotidiano y de su ingenio personal. Ciudades en las que nadie estaría dispuesto a cambiar la salud de sus hijos por un nuevo automóvil o un electrodoméstico de último modelo para intentar disfrutarlo mientras ve cómo todo muere a su alrededor, anunciando su propio destino: el de nuevo Fausto que no comprendió a tiempo cómo era y dónde estaba realmente el alma que vendió al Diablo.
Daniel Aníbal Galatro
DNI 5.331.274
No hay comentarios:
Publicar un comentario