Por Susana Lara *
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“Tuvimos que usar el agua que llevábamos para tomar”
“Nos indignó ver que tiraban los palos encendidos ladera abajo”
“Subimos a defender lo poco que nos queda de bosque nativo”
El martes 10 de enero, después de una leve lluvia, se reavivaron dos focos en el bosque nativo en la ladera del cerro Pirque aumentando la amenaza del riesgo de incendio a las viviendas y las chacras en producción de una parte del valle rural de la zona de la localidad de El Hoyo, Chubut. A las 6 de la mañana de ese día, desde el valle, dos columnas de humo confirmaron que el fuego seguía quemando arriba.
Un grupo de vecinos de Rincón de Lobos –así se llama la zona en reconocimiento a una de las antiguas familias pobladoras- venía evaluando la posibilidad de subir a constatar directamente el estado de esos focos, ya que funcionarios del operativo oficial de combate del incendio informaron a los directamente afectados que “no se puede subir”, “monitoreamos el fuego desde abajo” y “lo atacaremos cuando baje”.
Ante esa estrategia y plan oficial para los focos de la ladera noroeste del Pirque, con el respaldo de sus familias y de vecinos autoconvocados, un pequeño grupo de vecinos ascendió con un equipamiento básico para ejercer la defensa directa del territorio en riesgo. Este ascenso fue informado a las autoridades y a la opinión pública por una radio local cuando los muchachos ya estaban ante el fuego, alrededor de las 11 del martes 10. Recién una hora y media después comenzó a sobrevolar el helicóptero la zona. Alrededor de las 15 en otro vuelo habría descendido la brigada oficial, cuyo desempeño generó la indignación y preocupación de los vecinos de Rincón de Lobos.
Al día siguiente, con uno de esos focos todavía activos, ante un grupo de vecinos Ramón y Oscar relataron en detalle el trabajo que hicieron en la ladera, que les insumió unas diez horas sin descanso. Este informe es resultado de la reflexión compartida, ilustrada con las fotografías que ellos mismos tomaron con la intención de documentar y respaldar su testimonio oral.
“Subimos de voluntad, de corazón”
“Cuando llegamos a la parte baja del derrumbe del Pirque nos comunicamos por radio. Pedimos que nos informen del otro foco que estaba del otro lado. Fuimos apagando todo, porque había quedado a la orilla todo este morro. Había cipreses prendidos. Fuimos cortando hacia arriba y enterrando en las cuevas con piedras, echando el fuego allí para que no siga prendiendo. Todo el filo estaba prendido hasta los tres picos atrás (en la foto, sobre el filo, del centro a la izquierda). Atrás hay un zanjón, que no se ve desde el valle, que no alcanzó a prender sino toma para lo de Azócar. Por el zanjón se vino el fuego hacia la zona del derrumbe del Pirque; nosotros subimos por el zanjón, por el mismo recorrido que hizo el fuego, cortando palos, focos encendidos. Buscamos ceniza húmeda para ahogar los palos que estaban prendidos desraizados ya; los ahogamos para que no sigan chispeando. Ahí fue cuando Oscar pidió (por celular desde la montaña) al operativo que manden mochilas con agua; ya que estábamos hacíamos todo el recorrido con las mochilas podíamos asegurarnos que quede bien aplacado. Nos dijeron que no podían bajar en helicóptero; no nos mandaron agua. Llamó a los jefes a la central, llamó a bomberos. Dijeron que no podían bajar, que no había lugar para que pare el helicóptero. Nosotros sacamos fotos de un lugar donde podía parar el helicóptero. Hay un arenal explayado (lecho de una laguna estacional) donde horas después pudieron hacer descender una brigada de cuatro o tres personas.
Cuando llamamos dijeron que tenían un grupo laburando allí arriba. Cuando nosotros llegamos no había nadie; recorrimos y no había nadie. Los vinimos a encontrar cuando ya veníamos bajando. Rato ante los habían bajado, porque a la mañana no vimos nada.
Todo caminando lo hicimos. Subimos y bajamos caminando e hicimos el doble o más que ellos que subieron en helicóptero.
(El helicóptero apareció después que Ana, suegra de uno y abuela de otro de los muchachos, miembro de una de las antiguas familias del lugar, avisó por una radio local que habían subido).
Ellos (los brigadistas) fueron para no quedar mal cuando ya sabían que habíamos subido. Dijeron que mandaron a 4 –nosotros vimos 3- sin mochilas de agua cuando nosotros les estábamos informando que se necesita agua. Dijeron que iban a mandar el avión hidrante; no sirve de nada les respondimos, porque los palos estaban prendidos por dentro, el agua de afuera no los iba a apagar, los moja por encima. Se levanta viento como se levanta arriba y se vuelve a prender; a nosotros nos llenaba los ojos de tierra y cenizas. Tuvimos que pasar por arriba y por debajo de los palos, con mochilas y la motosierra, todos encarbonados, para llegar a los focos. Nos comunicábamos con la base por handy al barrio para saber como estaban los focos; pedimos que miraran el humo, porque no los veíamos cuando andábamos por los cañadones y poder tener seguridad de no quedar encerrados por el fuego. Entonces sí íbamos tranquilos atacando foco por foco para arriba hasta que se nos rompió la motosierra; seguimos con las manos. Íbamos enterrando los palos prendidos.
Llegando donde estaban los brigadistas encontramos un palo de ciprés encendido en medio de un matorral; tuve que forzar la moto para hacerla andar, cortarlo y poder enterrarlos sino… Había mucho ciprés, palos huecos ardiendo por dentro.
Ahí fue cuando vimos que los brigadistas largaban los palos encendidos para abajo. Eso fue un grave error; ni nosotros que nunca antes habíamos combatido un incendio, que no tenemos ningún tipo de capacitación –subimos de voluntad, de corazón porque veíamos que había muchos vecinos en riesgo, mucha naturaleza que se podía salvar- sabemos que eso no se hace …
Hubiesen aprovechado que la lluvia nos dio una mano, hubiéramos dejado controlado a esos focos. Y se fueron, lo dejaron encendido; no pueden decir que lo hicimos nosotros (dejar en riesgo el foco encendido).
El sábado 14, poco después del mediodía, se reactivó aparentemente por el calor durante unas horas.
Un funcionario del Plan Nacional del manejo del Fuego –de apellido Broquerof- se presentó una noche en Rincón de Lobos después de insistentes reclamos de los vecinos, cuando el fuego descendía por el derrumbe del Pirque. Aseguró que no se podía subir, ni detener el fuego, ni descender en helicóptero. Es más, explicó que si el avión hidrante tiraba agua ahí se venía el piedrero con todo lo quemado para abajo.
Otros hombres responsables del dispositivo repitieron el argumento ante las numerosas llamadas telefónicas.
“Para ellos todo es fácil. Hablamos con Yuyi (vecino del lugar) y dijimos mañana subamos, luchemos nosotros; anteayer (el 9) íbamos a subir nosotros, él se enfermó. Tal vez no era permitido de Dios porque si subíamos podíamos quedar encerrados por el fuego. Llovió más a la noche, nos unimos con Oscar y otro chico y dijimos subamos subamos.
Hablamos con otros vecinos para conseguir combustible; cuando ya tuvimos todo encaramos.
Lo que continuó ardiendo es donde actuaron los brigadistas. Cuando nosotros llegamos ahí ellos estaban con unos tronquitos, los dejaban prendidos y agarraban matorrales que es lo que humea ahora (al momento de brindar testimonio el 11 a la mañana). Taparon un poco; el fuego estaba vivo. Nosotros fuimos por detrás, buscamos ceniza mojada. Hay mucho raicerío abajo, que arde, es tierra seca y arenosa; el rescoldo queda y arde por abajo, la misma tierra va calentado y avanzando. Donde los brigadistas dejaron eso debieron haberle echado agua. Insistimos que bajen con mochilas de agua, si bajaron a los brigadistas que les costaba bajar agua”.
Ese mismo planteo fue hecho al mismo tiempo por teléfono por los vecinos a los responsables del operativo.
Los muchachos encontraron a los brigadistas haciendo ese tipo de acciones cuando estaban ya bajando, lo que los obligó a cambiar el itinerario planeado para revertir ese riesgo.
“Acá viene gente de afuera cobrando viáticos. No les interesa que el fuego se apague, sino que dure. Nos preguntaron a qué brigada pertenecíamos; a ninguna les dijimos, nos pusimos una mano en el corazón y subimos con lo que tuvimos porque si no este fuego se va. Llamamos a todos y lo no paran. De la central nos decían: al fuego lo vamos a apagar abajo. Si llega abajo no lo parás más porque toma el pinar (ubicado en el límite de las viviendas de Sornoza y Williams, en la base de la ladera noroeste del Pirque).
El mismo argumento habían dicho el día anterior a vecinos que habían reclamado por la persistencia de los dos focos. “Lo estamos monitoreando desde acá”; “ ahí no se puede llegar”.
“El fuego va primero quemando por el arrastrón –enredaderas, neneo, pino negro-, después se viene por copa. Allá arriba lo comprobamos.
Buscamos pozos de piedra donde tiramos los troncos de ciprés, que chispea mucho. Los dejábamos ahí y seguíamos avanzando en la seguridad que ese palo ya no iba a generar riesgo.
El foco de arriba no teníamos forma de controlarlo. El agua que llevábamos para tomar la tuvimos que usar para rociar un fueguito que se venía para abajo; estaba el rescoldo que iba a seguir para abajo. … y el del helicóptero dice que está todo controlado.
Tuvimos que voltear un ciprés que está en el filo.
Cuando nosotros subimos corría mucho viento arriba. Por eso estábamos apurados por subir a la mañana con la fresca porque a la tarde se levanta viento y se reaviva el fuego.
La lluvia (de la noche previa del 9) aplacó en parte pero no apagó.
Cuando ya no contábamos con la motosierra, los palos prendidos los dejamos aislados, limpiando el ramerío a machete para que se termine de quemar solo”.
Una motosierra, tres machetes, una pala de punta y una chica, y equipo de handy, fue todo el arsenal de que dispuso el grupo para circunscribir y sofocar los últimos dos frentes de la ladera nor-oeste del Pirque que mantuvo la amenaza sobre el valle de Rincón de Lobos.
“A los brigadistas les incomoda que subamos porque ellos actúan así en todos lados. En parte me resbalaba y caía con la motosierra al hombro. A ellos los suben y bajan en helicóptero, le dan de comer, cumplen horario … y lo que hacen tenemos que volver a corregirlo …”
Arriba se dividían los trabajos y los lugares por momentos. Se quedaron sin agua por tener que ocuparla para detener un fuego que descendía.
“Hasta que no veíamos que más o menos estaba controlado o aislado no seguíamos. Porque que no salga humo no quiere decir que esté controlado. Ellos tienen que mandar gente que controle, que verifique, pero no que vaya a pasar el tiempo, para consumir horas de viáticos y de avión. A ellos no les importa controlar el fuego, yo me desengañé con estos muchachos, siendo brigadistas cómo van a largar encendidos los palos para abajo.
Nos indignó. Cuando ya controlamos ese zanjón, comunicamos acá, que nos informe cómo estaba del otro lado para subir a esa zona boscosa donde habían trabajado los brigadistas, donde ahora se ve el humo.
Tuvimos que usar el última aguita que teníamos en botella”.
¿Quién ordenó ese tipo de trabajos técnicos en el Pirque? ¿Quién fue el jefe y responsable operativo de esta brigada de 4 hombres que operó el martes 10 a la tarde en estos focos?
Cuando desde la ladera Oscar llamó por teléfono les respondieron que estaban planificando cómo hacer. Los vecinos arribaron entre las 10.30 y las 11. A las 12.30 se vio por primera vez en el día al helicóptero en ese lugar.
Los vecinos subieron por un sector que habitualmente lo hacen, como es habitual en toda zona de montaña.
“Nos dijeron que desde el aire no nos identificaban porque no teníamos ropa de brigadistas.
Sí, mandaron brigadistas. Pero, el laburo que hicieron ¿es confiable? ¿puede uno quedarse tranquilo con el laburo que ellos hacen cuando nosotros mismos pudimos comprobar que largaban palos prendidos para abajo? Nosotros, que no somos brigadistas, sacamos nuestra propia experiencia enterrando palos encendidos.
Con unos guantes viejos que llevamos los agarramos. Subimos soga pero para subir nosotros en partes difíciles.
A las 13/14 empieza a calentar el ambiente y levanta viento y el mismo viento hace que se regenere el fuego. Ya nos pasó una vez con Oscar, cuando el año pasado hubo incendio que afectó a su mamá, que vive del otro lado del río Epuyén. Eran la medianoche, dijimos no vamos a ir por el puente Salamín sino por el río. De paso vemos la avena, porque siembran, y estaba seca. Cruzamos derecho y de paso miramos si no había fuego, que no corriéramos peligro nosotros y ver la casa de la mamá. Estábamos llegando, vimos un fueguito. Le digo “¿no es de este lado del río ese fuego?”; “me parece”, dijo Oscar. Empezamos a correr y cuando llegamos al río un foco grande. Ni supimos cómo cruzamos, pescamos un fuentón viejo…hasta que lo aplacamos. Ahora ese era el mismo miedo. Está el pastizal alto, salta una chispa; volaban hojas encendidas de radal, maqui”.
En distintas conversaciones y reuniones coinciden los vecinos en que cada barrio/zona debe tener su propia gente preparada con elementos para enfrentar los incendios, como tradicionalmente lo hizo la gente mayor. Del dispositivo oficial del incendio desatado el 3 de enero en la zona de Puerto Patriada, costa norte del lago Epuyén, se advirtió que todo lo canalizaron a nivel central, nadie estaba más de cerca mirando ni escuchando a la gente.
Una vecina de Rincón de Lobos contó: “Llamé a bomberos y me dijo: -nosotros lo estamos monitoreando de acá, pero sino baja no se puede hacer nada”. Y yo pensé, si baja mi casa está antes que los bomberos. Le recibí las explicaciones y no discutí, para qué. Comenté a mis vecinos. Volví y llamé a Defensa Civil: -Yo vivo al pie de la corrida de piedras donde está bajando el fuego. Me dicen ahora se lo paso a bomberos, porque todas las denuncias las juntan en bomberos. Le dije entonces ni te molestes porque a Bomberos ya llamé yo”.
Ramón y Oscar sintetizaron: “Se supone que ellos que están formados pueden subir como un gato por cualquier techo. Nosotros –sin experiencia, sin nada, sin ser combatientes- subimos y trabajamos por el derrumbe que decían que no se podía. Las brigadas tienen que trabajar con gente local. Una brigada con un conocedor de la zona. Ellos dicen no: no se puede subir, no hay sendero, no conocemos, no puede bajar el helicóptero, no se puede apagar el incendio”.
La mañana del miércoles 11, antes de participar de la ronda de testimonios, Oscar volvió a comunicarse con el operativo oficial de combate ya que uno de los focos seguía ardiendo el foco en que habían trabajado los brigadistas.
“Llamé a bomberos y le dije: nosotros estuvimos en la zona, vimos lo que es, tienen que subir con agua. La única forma de apagar los troncos prendidos por dentro es con agua. No se hacen cargo. Si no pueden apagar ese fueguito arriba, acá abajo cómo lo van a controlar.
Apartamos la mata de maqui, echamos tierra. El coihue ese en que estuvo Ramón trabajando, ha sido el que ardía hoy. Ahí donde ellos dejaron encendido, que tuve que echarle tierra húmeda. Los troncos que ellos cortaban no los dejaban en lugares aislados, no les interesó si había hojas, si había pasto. Así es que cortar esos troncos como lo hicieron los brigadistas y no cortarlos era lo mismo.
Informaron que subieron brigadistas. Me plantearon a mí qué pasa si se quedan sin agua en las mochilas … y manden más mochilas. De última manden un tanque atado. El hidrante no sirve para este caso. Requiere acción manual y directa del agua sobre troncos. (cada mochila tiene capacidad para 20 litros). De los que andaba ahí ayer uno solo andaba con mochila, pero supuestamente no tenía más agua.
La última vez que subió el helicóptero fue como a las 3 de la tarde. Nosotros subimos porque no queremos que se siga quemando lo poco que nos queda, corremos peligro abajo. A nosotros no nos paga nadie, lo hacemos de corazón.
Tienen que repasar todos los palos prendidos. Sino que nos dejen las mochilas a nosotros, que nos suban y bajen en helicóptero y lo hacemos nosotros, como ya hicimos. Esta mañana al ver que humeaba llamé a Bomberos y le dije sino no quieren subir a trabajar o van a hacer el trabajo mal nosotros no tenemos problemas”.
Este lunes, un vecino de Pedregoso (ladera este del Pirque) sale a recorrer el terreno y ve humo saliendo de la tierra. Regresa a la vivienda a avisarle a su esposa. Cuando regresan al lugar llameaba.
A unos kilómetros más al norte, en la zona de la turbera, ardió tomando unos 30 x 25 metros aproximadamente.
A media tarde de ese mismo día, dos focos hacia la desembocadura del río Epuyén. Tres días del foco que volvió sobre si mismo hacia la laguna Los Alerces donde comenzó la ola de incendios iniciada intencionalmente el 3 de enero en Patriada. Ola que no terminó bajo las altas temperaturas, la falta de lluvias y la acción por lo menos dudosa del operativo oficial de combate del fuego.
Los pobladores sostienen la vigilia e iniciativas de organización propia ante la destrucción masiva del espacio de vida; los responsables estatales sin respuestas a la demanda real de resguardo y protección integral del territorio y sus habitantes.
Rincón de Lobos, enero de 2012.
* Periodista
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